domingo, 7 de junio de 2009

camino de la cama.-

Eloisa llegó a su casa con el corazón arrugado, todo el esfuerzo que había hecho durante todo este tiempo se había desvanecido por un momento. No hacía más que preguntarse así misma qué era lo que había hecho mal. No tenía ganas de nada, solo de encerrarse en su madriguera y no ver a nadie, no hablar con nadie. Sólo sacar alguna conclusión convincente de aquel duro enfrentamiento. No estaba dispuesta a tirar la toalla, pero esa tarde, al llegar a casa, no tenía ánimos para absolutamente nada.
Al no poder pensar con claridad ni de forma objetiva, subió a poner el termo, potencia máxima, apagó todas las luces de su casita adosada y caminó lentamente por el pasillo hacia la bañera. La llenó hasta arriba con el agua casi hirviendo, y se dispuso a quitarse la ropa con el afán de olvidar con ese agua corrosiva todo lo que había sucedido.
Al meter el pie notó como le achicharraba la piel, pero, a la vez que sentía el quemor, sentía también un placer inmenso que le recorría el cuerpo en forma de escalofrío.
Se sumergió en aquel baño mientras cada músculo de su piel adormecía.
Hacía bastante tiempo que no había pasado diez minutos a solas con ella misma y aunque no tenía muy claro aún qué es lo que había hecho mal, se sentía de nuevo con ganas, resucitó de aquel éxtasis y se fue a la cama.

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