sábado, 17 de noviembre de 2007

Asalto nº 20.- Un alegre camino.


Aquela comenzó a dar pasos y con un gesto indicó al resto de la manada que debían continuar con su cometido. Era como si ya supiera las intenciones del Sr. Vig, que no eran otras que intentar salvar a la humanidad. Así que todos, sin despedirse del Sabio, emprendieron la marcha. Aquela y el Vigilante caminaban juntos delante. El resto de la manada lo hacía sin descansar la vista ante cualquier obstáculo que pudiera entrometerse en esta misión. La noche empezaba a caer y todos los estómagos comenzaban a rechinar entre el silencio de aquel obtuso bosque a través del cual no se podía intuir cualquier amago de vida humana ni la posibilidad de llevarse algo a la boca para atacar de raíz esa hambre que duraba ya más tiempo del que debiera.

Todos y cada uno de ellos, a través del sonido alarmante de las paredes de sus estómagos, sabían que o comían, o dentro de nada no podrían dar un paso más. Aquela paró en seco la marcha al encontrar un enorme árbol. Era una especie de Lahuén de unos 3000 años alto como la enorme columna vertebral de un Tecodontosaurio. Se paró encima de la tierra que le cubría las raíces y se tumbó animando con su acción a los demás a acompañarle en su labor. Algunos lobos de la manada accedieron al acto y otros permanecían despiertos alrededor de ellos para no perder la atención al bosque y el Vigilante pegó una cabezada junto a la parte inferior del tronco del Lahuén. Aquela durmió profundamente, le dio tiempo de tener una visión en la que todo lo que le ocurría tenía que ver con el Vigilante. Tenían conversaciones juntos y daban largos paseos por unos campos verdosos con un aire puro y limpio que te hacían abrir los pulmones y fortalecerte las piernas como para ser capaz de andar cinco días seguidos sin parada alguna. Sentía Aquela en ese sueño que podía con todo y que su cuerpo casi no pesaba, podría se capaz de andar y andar junto aquel hombre cuantos kilómetros quisiera porque no mostraba el más mínimo cansancio junto a él. Tenían interesantes conversaciones sobre sus vidas y todo lo que en ellas acontecía durante todo el tiempo que habían estado separados. Y durante ese paseo pensaba que no querría separarse de él en su vida. Que a partir de ese instante, compartiría cualquier momento de su vida con él. De repente se le abrió un ojo y notó como el Vigilante de las agujas le acariciaba el lomo. De alguna manera, le demostró que se había enterado de su sueño y le alababa el sentimiento. Era una respuesta mutua de reconocimiento de aquella amistad que había surgido.

No hay comentarios: