martes, 23 de octubre de 2007

Asalto nº 14: "Picadisima"


El señor Golod, despues de toda aquella explicación se sintió, por un lado, incrédulo; sí, trabajaba con el Señor Vigilante de las Agujas desde que empezaron a salirle las primeras barbas, pero nunca había cruzado más de tres frases seguidas con él. Por otro lado, le tenía cierto aprecio, le había visto convertirse en lo que era hasta ahora y siempre que le dedicaba el buenas noches, lo hacía con cierto aprecio y amabilidad. La verdad que siempre le había tratado muy bien y ese señor no se merecía una negativa por su parte, además la explicación de aquellas palabras que acababa de escuchar hacía referencia a la dedicación que había visto para con aquel aparato que tenía a buen recaudo y que no permitía que fuera visto por absolutamente nadie. Por tanto le daba credibilidad en cierta manera. Su manera de transmitirle el mensaje no era despreocupada, sino todo lo contrario , veía en sus ojos incandescentes una inquietud que reforzaba aun más las palabras que le había dicho. En su inconsciente rondaban muchos pensamientos contradictorios y realmente no sabía bien que hacer. Sabía que si no lo hacía, podía ocurrir una enorme desgracia, no se explicaba porqué había creido toda esa historia, pero sentía que lo tenia que hacer. A medida que iba acercándose a tomar la decisión de quedarse alli a cuidar el reloj, su estrella del norte, que siempre llevaba consigo y que siempre le ayudaba a tomar complejas determinaciones, no paraba de brillar. Le ardía el pecho y continuaba brillando, tanto que se la tuvo que despojar porque ya le empezaba a molestar. Fue entonces cuando se dio cuenta de lo que en realidad estaba ocurriendo.
Asintió con la cabeza: - Señor Vig, usted no debe retrasarse en su búsqueda. Tiene que partir de inmediato, pero antes, me gustaría dejarle algo que le puede servir de gran ayuda a la hora de encontrar a su Elegido-. Con su Estrella del Norte en las manos y alzándolas hacía la frente del Vigilante de las Agujas, se la fue colocando hasta dejarla colgada en su cuello. El señor Vig le respondió con una sonrisa amigable y de tranquilidad. Le dió las gracias de todo corazón, porque sabía lo que significaba para el señor Golod quedarse allí dia y noche encerrado mirando aquel complejo aparato. Dejaria su trabajo y todo lo que tenía a un lado para llevar a cabo su misión, por tanto le estaba sumisamente agradecido. Y por otro lado, sabía que se alegraría de participar en tan relevante hecho.
La Estrella del Norte una vez poseida por el Vigilante, dejó de ser una luz incesante y dejó de abrasarle el cuello. Daba la sensación que estaba donde tenía que estar. Por tanto los dos hombres se despedieron, se dieron las ultimas explicaciones de todo cuanto tenian que hacer y el señor Vig partió saludandolo con la mano hasta que Golod dejó de verlo en la lejanía. Antes de que pudiera dejar de verlo, éste le gritó: "cuidado con los lobos". Pero no tenía la certeza de que le hubiera escuchado.
Allí era muy normal tener lobos en casa como animal doméstico, porque era evidente que estaban domésticados. Sin embargo los lobos que vivían de manera salvaje, algunos de ellos eran muy traicioneros. Persuadían a los humanos para que los acariciasen y se encariñaran con ellos, pero en menos de un silbido, saciaban su hambre con ellos. Y eso era lo más dócil que algunos llegaban a ser, otros eran mucho peores, otros los dejaban medio vivos a falta de un brazo o de una pierna o cualquier extremidad y por tanto, hacían pasar una muerte lenta y dolorosa. Pero eso eran los salvajes.

El Vigilante llevaba una capa de un color marrón oscuro, larga y grande. Era un hombre muy robusto y muy alto, con esa capa pasaría más desapercibido de la multitud. Aunque ahora le esperaba un camino largo y solitario hasta llegar a la ciudad. Vivía lejos, muy lejos de ella.