martes, 30 de octubre de 2007

Asalto nº 16: Salvado




El señor Vig había imaginado que le podía ocurrir esto, pero no sabía a ciencia cierta qué era lo que debía hacer en un caso tan real y extremo como este. Pensaba que se terminaba todo, sabía que estaba perdido, que de ésta no podía salir con vida para contarlo. Estaba viviendo uno de los momentos más inquietantes de su vida, no tenía ni la más remota idea, de cómo tenía que actuar y tenía que pensar en alguna solución en cuestión de nada, de lo contrario sería devorado por aquellas famélicas fieras que con su aliento pegado a la nuca le hacían sentir tan atemorizado que no podía mediar palabra, ni ejecutar ningún movimiento, ni pensar. Lo único que sabía era que estaba aterrorizado.
Por otro lado el pecho le quemaba, la estrella del norte también le desconcentraba. No sabía a qué atender primero; sabía cual era su mensaje, pero en aquel momento era tan evidente que no quería que aquel collar absurdo se lo volviera a recordar. Fue entonces cuando reaccionó, arrancó el collar que su ayudante con tanta generosidad le había dado y que le estaba haciendo polvo todo el dorso, de un tirón se lo quitó y lo arrojó con las pocas fuerzas que le quedaban. Durante el vuelo, destellaba tanto que casi no se podía mirar, era una fiesta de luces. Al principio tenían un color intenso que fue transformándose en un vaivén de destellos de colores que aumentaban a medida que iba escogiendo el camino y mientras caía, lo hacía con una ráfaga de luz tal que parecía una melodía, salían chispas que parecían a su vez, estrellas pequeñas que guardaba en sus entrañas.
Eso fue lo que le salvó. Los lobos estaban obnubilados con aquel acontecimiento, seguían atónitos la estela de luz que dejaba a su paso y el soniquete que resonaba a la caída, hacía que parecieran cachorritos inofensivos que admiraban lo que estaban viendo. El señor Vig también se quedó perplejo ante aquella reacción. No podía perder de vista el collar del Señor Golod, pero tampoco podía creerse que los lobos cayeran hipnotizados con aquel colgante. Pero así era.
No quería moverse, no quería estropear ese momento mágico. Era como si el tiempo se hubiera detenido y no quería ni retroceder ni avanzar. Estaba salvado y por una vez, deseaba más que nunca poder detener el tiempo. Pero en aquel momento no tenia poder para hacerlo. El reloj quedaba ya muy lejos y pensaba que si hacía cualquier cosa, aquella magia terminaría. Otra vez estaba bloqueado, no entendía que debía hacer ahora. De repente, los lobos le miraron, la estrella dejó de ser una llamarada de luces incandescentes y yacía en el suelo, lejos de él. No quería moverse, miraba a los lobos y ellos le miraban. No sabía esta vez de qué manera le devolvían la mirada, eran unos seis feroces animales con el pelo negro azabache y ojos de mirada penetrante y a su vez intimidante. Pero todavía conservaban esa mirada clavada en algún lugar lejos de allí, era como si tuvieran todavía los efectos de aquel extraño hechizo.
El más robusto de ellos empezó a aullar como un poseído, era como el jefe de la manada, el más grande y a su vez parecía el más viejo. A continuación, le siguieron los demás. Todos los lobos aullaban sin parar mirándolo a él. Se había ganado el respeto de aquellas fieras salvajes.
El Vigilante sabía ahora, que tenía que recuperar aquel collar, sabía que mientras lo llevara encima estaría a salvo de cualquier cosa. Después de esto, creía en aquel collar tanto como en su propia dedicación. Estaba convencido de que su fiel ayudante no le había dicho aquellas palabras en vano. Acto seguido, fue en busca de él y desde entonces los lobos seguían cualquier paso, cualquier movimiento. Eran sus nuevos acompañantes y estaba seguro de que le servirían de gran ayuda.

1 comentario:

PUZZLE dijo...

Soy muy pesada pero la historia completa, la teneis en UN MUNDO IMAGINARIO. El enlace del blog esta debajo del perfil. Anda!!! animaros, no??? Bueno, una insiste eh, que no se diga.